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Londres<<Esta mañana, me desperté a las afueras del aeropuerto Heathrow, de Londres. En un hotel perteneciente a la cadena Hollyday Inn. Habitación sencilla, con vistas a la terminal. Seguramente, lo que me despertó fue el flujo de mensajes del teléfono móvil que indicaba que ya era de día en la Europa occidental.

Los tweets se amontonaban ordenadamente en la bandeja de mensajes y les hacían compañia a algún que otro evento de Facebook.

Londres es una ciudad demasiado pequeña para su enorme tráfico y por eso, la mayor parte de la gente acude a sus puestos de trabajo utilizando, una siempre eficiente combinación de metro y bus local, que puedo decir que funciona con gran puntualidad; como no podría ser de otra manera, tratándose de los británicos, un pueblo muy puntual. Yo nunca he tenido grandes problemas con la puntualidad. Siempre he sido una persona exacta en lo que a medición del tiempo se refiere, no sin la inestimable ayuda de uno de mis Casio.

Hoy me apetecía montar en moto, y que mejor tecnología que la de un buen motor eléctrico, para impulsar una máquina que genera tan increíbles sensaciones. Tengo un proyecto en el norte de París, donde unos jóvenes emprendedores estaban implementando esta tecnología a motocicletas de competición que, gracias a su par motor y una buena punta, resultaban una  gran opción para abrirme  paso a través de uno de los peores tráficos del planeta. La city Londinense me esperaba para la reunión de las 8:00, en un edificio de oficinas rodeado por espejos iridiscentes.

Inversión y pobreza. Dos palabras que, a simple vista, parece que no pueden caber en un mismo «Bussiness Plan». Aquellos caballeros ingleses apenas conocían mi nombre, salvo por un contacto que un inversor propio les pasó una copia escaneada de mi tarjeta de visita; recomendándome por haber hecho subir las acciones de su entidad regional de préstamo y se había convertido en uno de los mayores suministradores secundarios de créditos, para el Grammen Bank en 2015.

ParisAfortunadamente para mí y mi proyecto, generé las suficientes dudas razonables como para poder convencerles de hacer un viaje rápido, en avión, a Adís Abeba (Etiopía). El plan era mostrarles los dos edificios de diez plantas donde se generaban grandes cantidades de verduras  y hortalizas, que además de venderse en el propio país, proveían al mercado keniata. Los inversores mostraron gran atención cuando comprobaron el poco espacio de tiempo en el que una lechuga podía crecer y el crecimiento de su inversión debido a la gran cantidad de clientes. Fue entonces cuando cerramos el trato, de vuelta a Londres, en avión. Aquí empezaba la gran aventura de construir 7 grandes plantas hidropónicas, en mitad del desierto del Sáhara, y que generarían cientos de puestos de trabajo directo y aún más, de indirecto.

Cuando aterrizamos, cogí el TGV a París, pues mañana había que volver, otra vez, a cambiar el mundo.>>


Probablemente, ya sabrás que ésto nunca ocurrió y estarás en lo cierto, pero solo déjame un poco más de tiempo, estoy en ello: http://yunuzz.com

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